Por el Dr. Juan Carlos Paradiso
Publicado originalmente en "Tiempo Empresario"
“Comprender” es un verbo que usamos mucho en la vida cotidiana. También es usado en la lectura y el estudio, teniendo un significado más o menos equivalente.
“Te comprendo”. “Comprendo la situación”. “Comprendí el significado de esa botella puesta arriba del techo del auto“. Cuando en una situación cotidiana decimos que comprendemos lo que pasa, es porque sabemos qué es lo que significa la conducta de determinadas personas, que hemos interpretado los mensajes variados que nos emitieron. Sabemos que una botella arriba del auto significa “se vende”. Ahora supongamos que nuestro amigo Rafael acaba de comprar un auto que hace rato estaba deseando. Sabemos que ahorró, etc.,etc. Pero si el día que lo compra, vemos luego su auto con una botella arriba, habrá una cierta incoherencia en los sucesivos mensajes. Hay algo de su lógica interna que no encaja en el conjunto. Hemos entendido cada mensaje en particular: nos contó que ahorró y que se compró un auto; sabemos por otra parte que una botella en el techo significa “vendo”. Pero los distintos mensajes no guardan coherencia entre sí. Es como si en un libro, cada párrafo no tuviera relación o fuera contradictorio con el anterior.
Estamos diciendo que todo mensaje que recibimos en el mundo, para ser interpretado, debe tener varios “niveles de coherencia”: en primer lugar en su lógica interna, es decir en la coherencia que pueden tener diferentes partes del mismo mensaje; en segundo lugar se debe integrar con un esquema de conocimiento acerca del mundo que tenemos en nuestra mente. Comprender implica, por lo tanto, hacer intervenir a nuestros propios esquemas y que comparemos lo que está sucediendo con lo que ya conocíamos de situaciones más o menos similares. También comprender significa adelantarnos a posibles acciones o mensajes posteriores. Cuando una mujer nos sonríe, por ejemplo, comprendemos que esa persona nos tiene una cierta simpatía – que puede ser mutua – y a partir de allí podemos esperar algunas cosas interesantes, de acuerdo a la situación que estemos viviendo, a que nos guste o no esa persona, etc.
Al comprender, repetimos, hacemos ingresar información a nuestra mente y establecemos comparaciones con conocimientos que ya tenemos. Quizás ya el lector esté imaginando que hay dos procesos implicados: uno de entrada de información desde el exterior y otro de salida de información almacenada en nuestra mente. Para decirlo en términos más técnicos: hay un proceso ascendente y otro descendente. Hasta ahora nos estamos refiriendo solamente a la comprensión de situaciones de la vida; luego entraremos a considerar lo que sucede con la lectura de textos.
En el proceso interactivo que ocurre en la comprensión, se encuentran los datos que provienen del exterior (en un movimiento que llamamos ascendente) con los que tenemos en el cerebro, fundamentalmente en forma de esquemas, que vienen al encuentro de aquéllos en un movimiento descendente o de arriba-abajo.
La intervención de nuestros conocimientos y esquemas previos almacenados en la memoria, tiene una importancia capital en la comprensión. Es interesante recordar que esos recuerdos provienen en su gran mayoría de la memoria a largo plazo (MLP) [1], mientras que los conocimientos o informaciones con las que debemos lidiar en una situación actual se sitúan en la memoria de trabajo o de corto plazo (MCP) [2]. Quiere decir que durante la comprensión, tiene que haber un activo intercambio de información entre ambos almacenes.
[1] La memoria a largo plazo (MLP) es el lugar en donde almacenamos información en forma definitiva. Se trata de un depósito prácticamente permanente; por lo tanto, una vez cumplidos los procesos de almacenamiento quedan disponibles para su utilización por largo tiempo, quizás para toda la vida.
[2] Memoria a corto plazo (MCP) es un término casi equivalente a memoria de trabajo (MT): Es un pequeño almacén que tenemos en la mente, para los hechos inmediatos, para retener una conversación mientras dure, para manejarnos en la vida cotidiana. No es necesario que todo lo que estamos viviendo en un determinado momento se nos grabe para siempre. Algunos hechos merecerán ser recordados permanentemente. Otros no. Para no agobiarnos. Simplemente deben quedar un tiempo suficiente como para dar coherencia a nuestra conducta: por ejemplo, no cerrar dos veces la misma puerta, no despedirnos tres veces de la misma persona (aunque a veces sea una estrategia de seducción), no cenar dos veces, mantener una conversación, escuchar una conferencia, leer un libro. Las fallas de
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